martes, 20 de agosto de 2013

Una Delizia por fuera

No existe nadie más en este mundo que logre entusiasmarse y emocionarse con cada aspecto de la vida que Delizia, ella vive cada momento como si no existiera uno más allá del tiempo. Ella es tierna y dulce, puede describir cada mirada, cada suspiro y hasta cada mentira, no le teme casi a nada, no le teme a decirle que sí a quien sea que necesite su ayuda. Desde un anciano en plena calle, un perro atorado en algún hoyo, hasta un bombero en pleno fuego; ella no discriminaba, lo mejor de todo es que su dulzura lograba cambiar el entorno que lo rodeaba, podíamos decir que era casi como una plaga, pero de las buenas.


Los días pintados de colores la llevan por el sendero de la fantasía y el frenesí, sin embargo, ello no le permitía reconocer el peligro y siempre fue advertida. Pero cada vez que recibía advertencias ella prefería cambiar el tema como si dentro de sí ya conociera el riesgo que vivía. Un día le dijeron “no vayas por ahí soñando despierta”, a lo que ella respondió “qué lindo que está el día cierto”. Había un temor oculto que no quería compartir porque si no perdería su sello y dejaría de ser la más dulce de todas. Que no importa lo que me digan podría pensar ella, sin embargo, las advertencias estaban dadas y solo ella esperaba que todo se mantuviera como hasta el momento: lleno de colores y fantasía.


Sus cortos 25 años le habían enseñado lo que es la vida dentro de su burbuja cada vez se tornaba más susceptible, la gente cada vez le pedía más ayuda: ella no paraba de decir que sí. Su burbuja parece que cada vez iba más rápido de un lado a otro sin detenerse pero ella sin despeinarse, siempre con la misma sonrisa, la misma ternura y el mismo encanto de su dulzura.




Uno de esos días en que el cielo está despejado y el sol brilla con encanto se escurrió por debajo de la puerta de Delizia un pequeño papel doblado. Ella se acercó y lo desdobló. Tras pasar sus ojos líneas tras líneas sus pupilas se iban abriendo un poquito más, sus manos sujetaban con mucha más fuerza, pero sin perder la ternura, dicho papel. Cuando terminó de leerlo ella solo atinó a mirar con mirada desencajada hacía el vacío. Era una carta de amor firmada por un tal “Harry el loco”. No había otro apelativo mejor para un tipo como él, y ella lo sabía.



Él es uno de esos tipos que se vuelven loco al segundo y casi por impulso, ella lo atendió cuando se quiso enfrentar a un perro a mordidas limpias. Ella le tapo las heridas hasta que alguien se apiade a llegar por él, al parecer anda solo por la vida. No había pasado mucho tiempo, solo casi 2 semanas. Delizia sabía que ahora sí estaba en un gran problema, el sujeto estaba loco, y ahora: loco de amor.



Ser tan amable y condescendiente le estaba empezando a jugar una mala pasada a Delizia, el problema es que en dicha carta ya se tenía pactada una cita entre ella y Harry. Ella lo pensó y decidió ir a enfrentar la situación, al menos el punto de encuentro era la catedral de la ciudad.




Delizia llegó, tomo asiento en una de las bancas vacías, cuando de repente alguien apareció por detrás de su nuca, como si la olieran, era él. Su olor era putrefacto, sus manos ennegrecidas, y su cabello lindaba con lo vulgar. Se sentó a su lado, puso ambas manos sobre las ricas piernas de Delizia, las trajo hacia sus genitales, cuando re repente se escuchó un sonido seco y muy fuerte. Delizia bañada en sangre salió corriendo de la catedral con rumbo desconocido.ççç

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