domingo, 7 de junio de 2009

El hijo del diablo

Eran casi la media noche, esperaba a mi compañero de trabajo quien llegaría a continuar el horario de trabajo y a cumplir con su turno de trabajo. El mío ya había concluido hace unos treinta minutos. Esperaba impaciente, la niebla se hacía cada vez más espesa y la luna me servía para iluminar escasamente el horizonte. Llame un y otra vez al teléfono de mi compañero, pero no encontraba respuesta alguna y no podía dejar el lugar sin alguien al cuidado. El clima gélido era realmente insoportable, no podía más e intentaba amainar el frio frotante una y otras vez las manos y echando soplidos sobre ella, pero todo era inútil y nada podía hacerme sentir hacer mejor. La ira se apoderaba de mí, tenía ganas de irme y dejar todo allí, pero hacer ello me traería problemas realmente complicados. Caminaba de un lado a otro sin saber qué hacer e intentando tener comunicación con mi compañero, que pocas veces llega tarde al trabajo y no podía concebir que aún no se encuentre allí, trataba de calmarme escuchando un poco de radio pero la lejanía del lugar hacia que la señal se hiciera cada vez más distorsionada, luego intente calmarme pensando en lo que haría al llegar a casa, pensar en el plato de comida que me esperaba, la taza de café hirviendo, pero siendo el calor de humano y el que más deseaba tener a mi lado: mi esposa, quien tenía unos seis meses de gestación. Los minutos parecían horas, estaba desesperado y así que para apaciguar el frio, la ira, frustración decidí dar una ronda más por el espeso campo lleno de árboles, arbustos y cubierto por la oscuridad de la noche. Caminaba frotando las manos a más no poder, mirando a todos los lados, cuando de repente sentí un ruido extraño, algo así como pisadas muy pequeñas y en seguida cogí una pequeña linterna y alumbre lo más rápido posible tratando de ver que fue lo que sucedió, pero no había nada y trate de pensar que todo era mi imaginación; seguí caminando, ahora cuesta debajo de la colina. Caminaba por los arboles cuando en eso empecé a escuchar los llantos de un niño a lo lejos, no le di importancia y seguí el camino, pero mientras más me alejaba más fuerte era el llanto y parecía que era un llanto de auxilio que reclamaba por ayuda. No tenía miedo y algo me decía que debía ir en busca de el llanto y saber que era lo que sucedía así que me empecé a guiar por el llanto para tratar de llegar a donde se encontraba el niño, luego de unos minutos divise a lo lejos a los pies de un árbol algo, así que apunte con la linterna y era de allí de donde provenían dicho gritos, era algo que estaba cubierto con una manta de color celeste envuelta casi a la perfección. El llanto era cada vez más fuerte y desgarrador, cada vez que daba un paso hacia el niño había algo que me decía que me vaya lo más rápido posible del lugar, la piel se me escarapelaba, sudaba como nunca, cada vez que me acercaba el llanto se hacía más tenue, como si él supiera que estoy yendo a su encuentro. Me acerque lo más que pude lo tenía a mis pies, ya no lloraba, había un silencio escalofriante, intente mirar por encima pero estaba todo cubierto así que con un mano cogí la linterna y con la otra me incline para dar vuelta pero las manos me temblaban. Estaba temeroso, casi al borde de un infarto; logre dar vuelta y lo primero que puede observar eran dos ojos muy brillosos y resplandecientes que me cegaron por completo, todo fue muy rápido él se lanzo sobre mí, directo a la cara cogiéndose de ella con unas garras que se aferraban a mi rostro haciendo caer al suelo y sin poder gritar, sentía la sangre recorrer mi rostro, los gritos se volvieron a oír, era él que gritaba mientras me atacaba y me desgarraba el rostro. Seguía tirado en el piso sin poder dar algún grito de ayuda así que todo dependía de mí y pude coger una pequeña cuchilla que tenía en el bolsillo derecho, lo saque e intente sacármelo de encima cortando sus manos pero él no se dejaba y yo ya perdía fuerzas por la gran cantidad de sangre que estaba perdiendo, cuando logre incrustar la cuchilla en su cuello empujándola con una rabia increíble y casi en su totalidad, luego él salto y dejo mi rostro y pude ver como cayó al piso. Luego se paro casi al instante y huyó lo más rápido posible desapareciendo en la neblina espesa. No sé si era un niño, un viejo o un animal, pero de lo que sí estoy seguro es que era color rojo y que poseía unas garras capaces de matarme. Intente pararme pero el dolor era realmente increíble, trate de comunicarme con la base, y me di cuenta que la radio estuvo encendida en todo momento así que intente hablar pero me era imposible y desmalle en el intento. Desperté al día siguiente postrado en una cama de un hospital con el rostro completamente vendando y conectado a varias máquinas que ayudan a que yo siga con vida; alcé la mirada y estaba ella, mi esposa, sentada acompañada de su hermana que dormían luego de una noche muy larga imagino. No estaba desesperado y el miedo había desaparecido, el sol reflejaba la habitación a través de la ventana, trate de no hacer ruido para no llamar la atención, simplemente atine a observar, pensar y dar gracias por estar aún con vida. Luego de tres meses ya recuperado empecé a trabajar en otro lado, cuando recibí una llamada de emergencia, era mi esposa que estaba a punto de dar a luz así que tome mis cosas y partí rumbo al hospital. La encontré en un cuarto del hospital, la enfermera dijo que estaba todo bien que no me preocupara pero el momento especial había llegado y era imposible mantener la calma. Me acerque a ella diciendo que todo estaría bien y ella me miro con sus ojos casi llorosos y llenos de ternura y dijo: amor, yo sé que todo saldrá bien, cuando de repente entro el doctor al cuarto y pidió que me retirara un poco del lugar y yo acepte amablemente. Luego de unos minutos de trabajo arduo del doctor oí el primer llanto del bebe naciendo, era hombre, me acerque rápidamente donde mi esposa para tomarla por las manos y el doctor puso el bebe en brazos de mi esposa. Y luego ya un poco más calmado observaba el bebe y note algo extraño, tenía un una marca delgada en el cuello y me acerque al doctor, quien me respondió que se le borraría pronto y que no me preocupara. Un par de semanas después mi esposa estaba decidida a buscar un empleo así que nos dejo solo a mí y al pequeño Alonso en casa. Luego de haberle dado de comer, bañado y todo lo que debía hacer era hora que duerma así que lo cargue y lo lleve al cuarte que era únicamente para él y lo acosté en su cuna, me senté en la sala dispuesto a descansar un momento cuando un ruido me quito el sueño, era en pequeño Alonso que lloraba, pero de una manera un poco extraña que me hizo recordar lo sucedido hace casi seis meses atrás, el miedo me embargaba y se apoderaba de mi y no sabía por qué, su llanto era cada vez más alto. Sentía que algo iba a suceder, no podía pararme del sofá por el temor que sentía, sensaciones pasadas llegaron a mí, pero logre pararme me dirigí lentamente al cuarto y el llanto se hacía cada vez más tenue estaba parada justo en la puerta a unos metros de la cuna. Algo me decía que debía irme de allí, pero el padre que tenia dentro me dio valentía para acercarme, en el ambiente se podía sentir algo extraño, hacía mucho calor pero me acerque lo más que pude y él estaba acostado boca abajo y un silencio se apodero de mis oídos, lo tome con una mano y le di la vuelta cuando de repente…

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