martes, 11 de diciembre de 2012

De la novia de Chuky a la novia de Ken

Este maldito mundo moderno poco a poco parece consumirnos a su modo, nos devora como si fuéramos unos pobres ciervos en boca de un león hambriento, y si es de circo peor  aún. Con algún temor, extrañez y cierta piconería he visto cómo la tecnología ha avanzado sin esperar jamás a alguien, sin esperar si quiera a que yo tenga el dinero para comprar algo de ella. Maldita sea la hora en que esa manzana mordida marcó la moda de lo táctil y cuanto aparato entretiene jodidamente la vida. Pero la tecnología no solo entretiene, sino, también te puede cambiar literalmente la vida; te puede hacer mutar y convertirte en alguien no como tú sino como el resto. La cirugía plástica aparece como una torpe opción dentro de la modernidad -a veces no tan moderna-, en tu afán de ser una Barbie o, quién sabe, tal vez un Ken. Jugar con la posibilidad de terminar como pariente de Freddy Kruger, es un riesgo que estas decidida y decido a correr. Total, muy lejos de esa realidad no estás.

Evitar tu monstruosidad te agobia, por donde vayas encuentras un espejo que te grita la verdad en tu cara: granitos; por aquí, por allá, otros que parecen un tercer ojo; frente amplia, en forma de estadio; orejas grandes, tipo plato; nariz, incaica, abultada y otras en forma de lanza caníbal; labios,  grandes o pequeños; un rollito por encima del jean; senos, como melones o como limones; una mano pequeña; muslos grandes; papada de sapo; guata de embarazada; y toda deformación de la que nos solemos burlar de chicos y de grandes. Frente al espejo subes, bajas, acomodas, aprietas, sueltas y estiras cada músculo sobrante o faltante de tu amorfo cuerpo y alucinas cómo te verías luego de algunas cuantas ajustadas. Entonces, hacerte unas cuantas “retocadas” no parece mala idea, porque si Magaly pudo salir de esa situación, por qué yo no, te preguntarás. Pero tu inteligencia desaparece cuando mejorar tu figura es la única misión en tu vida, y crees que no hay mejor fórmula que la milagrosa y bendita: cirugía plástica.

Hemos visto como muchos y muchas han terminado más deformes que antes, más ridículos que antes, y hasta más fríos que antes. Pero cuando de “verse bien” se trata nada importa, ni si quiera saber lo que te inyectan. Tu mente suele estar siempre en estado de alerta, cuando percibes un haz de luz fuerte y brillante sabes que ya llegó, sí llegará. El verano ya se acerca, y si te atragantaste con pollos a la brasa, parrillas, polladas, galletas, pastas-de la buena-, chelas y toda esa cosa rica que se ofertaba en Mistura y en la esquina de tu barrio, es hora de ponerse en forma. Porque ya no hay tiempo para salir a correr, ya no hay tiempo para llenar un par de baldes con cemento y hacer pesas, ya no hay tiempo para tomar litros de agua, ya no hay tiempo de comer ensaladitas, ya no hay tiempo de comprase más ropa negra, ya no hay tiempo de hacer la dieta de la manzana o la del lagarto (comes poco y…), ya no hay tiempo para las dietas milagrosas, ya no hay tiempo para rezar, ya no hay tiempo porque ya está empezando a salir el sol y tu sombra con el sol se hace cada vez un poco más grande. Tu excusa perfecta: los que estamos así es porque llevamos una vida próspera. Próspera? Tu glucosa y las compañías que te han llevado al fondo de todo esto.
    
Muchas veces puede parecer un accidente, o en algunas otras una cirugía por salud, pero sea lo que sea, la misión está cumplida. Sin sueldo y sin dinero para comer, luces tus carnes al aire libre, casi, como vendiéndote al mejor postor. Ahora ya tienes los senos, las nalgas, la nariz, y la figura que siempre quisiste. Ya puedes juntarte con tus amigas plásticas y burlarte de las no plásticas. Tú, hombre, ahora ya puedes ir a la playita y lucir tus músculos falsos, tus pectorales llenos de aceite de avión, tus cuadraditos bronceados y tus cejas bien depiladas. No importa que tu cabeza ya no combine con el resto de tu cuerpo, tampoco saber de dónde sacaron la carne para rellenarte lo que tenías que rellenar, eso lo que menos importa. Tu felicidad esta completa. Porque es mejor ser la novia de Ken que la de Chuky. La maldita modernidad lo pide, porque como buenos hombres siempre queremos que todo esté bien proporcionado, distribuido, taipa, pero eso sí: sin yapa y sin estafa. 

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