jueves, 13 de diciembre de 2012

Entre ellas y yo



Las mujeres, oh sí, las mujeres. Las tenemos por todas partes, las queremos en todo momento, las adoramos, las odiamos, las amamos, las deseamos, las soñamos, las deseamos, las entendemos, no las comprendemos pero las deseamos. Nos dan la vida, nos dan dinero, organizan nuestras vidas, las ordenan, las acomodan a su gusto, lo calculan todo, lo miden todo, lo razonan todo, lo intuyen todo, hasta parece que ya no hay espacio para el hombre. Pensar que la mujer es un objeto es una completa falacia, el hombre parece ser el objeto, pero uno animado con muchas peleas en la cabeza. Ellas creen que no nos importan, pero de ellas dependemos, sí nos importan.


Algunas no nos toman como objetos sino como animales: como ratas. Es raro, por que las ratas son roedores ágiles, rápidos y audaces, pero, evidentemente, lo dicen por la pestilencia que envuelve la vida de una maldita rata. La vida y las mujeres son duras. Lo que ellas parecen no entender es que la visión y el cerebro del hombre funciona con 10 segundos de retraso, no entendemos su lenguaje ni verbal ni el corporal. Hace mucho tiempo atrás en este mismo blog escribí un post llamado “Mi problema con las mujeres”, créanme, aún no logro descifrar el acertijo.  


Nunca entendemos el mensaje, por más claro que para ella esté nunca lo entendemos. Por ejemplo, cuando una chica te hace un favor para el colegio o para la universidad y tú, hombre, tienes toda la intención de retribuirle el favor con algo de dinero ella te dice lo siguiente “no, no quiero dinero, pero me puedes pagar de otra forma”. Entonces piensas que ella quiere que le entregues tu colección de álbunes de Dragon Ball o del Chavo Animado. Somos muy lentos para algunas cosas, lo sabemos. Y luego cuando vemos a esa hermosa chica con otro menos lento que tú y comentas con sus amigas que ella te gustaba y ellas te dicen que ella también QUERÍA contigo. En eso tu cerebro retrocede a la semana anterior y recuerdas lo que ella te dijo, pero ya es muy tarde.


Una de las cosas que nos pueden diferenciar de ellas son la valentía y el coraje, sino imaginen a un hombre enfermo, ya nos sentimos desahuciados, agonizamos por toda la casa, nos sentimos a morir cuando tenemos una simple gripe. Y peor cuando sentimos algo de fiebre, no solo agonizamos sino, también, alucinamos cosas y hablamos solos. Una vez recuerdo que de tanta fiebre y alucinaciones terminé en el techo de mi casa a las 4 de la madrugada compartiendo historias con mis 2 perros. Pero ellas no, sino miren a las mujeres embarazadas, están en su consulta con el ginecólogo y están apuradas por terminar la consulta para seguir con su rutina diaria, loable realmente. Aguantan llevar a otro inútil como tú dentro de su vientre. Aunque, ellas lo saben y muchos hombres lo han vivido, cuando están en “estado” se vuelven 10 mil veces mujer, o sea 10 mil veces insoportable.


En esta parte tengo que mencionar algo sobre los famosos “detalles”, ella lo quieren todo especial, que no sea común. A los hombres no nos importa si el cuarto del hotel o cualquier espacio destinado para las artes amatorias este iluminado con flores, velas, música de lenta y sensual, sábanas blancas y bien puestas, perfume de rosas; en cambio, ellas sí, ellas quieren que todo sea especial, esperan los detalles. Y bueno, hay sacrificios que tenemos que hacer, no crean que lo hacemos por puro instinto. Y las amigas son otra historia, ellas son como chicas que nunca pudiste conquistar y que sabes que nunca te darán pelotas. Como comentario final a esta última parte quisiera mencionar que es cierto que las mujeres son más mentirosas que los hombres, nosotros somos seres afables, cándidos, inocentes, pulcros y con un espíritu prístino; en cambio, ellas siempre morirán diciendo el mismo floro: no importa si el hombre no tiene mucho dinero y que es un ser  amorfo construido en un laboratorio de ratas, porque ellas siempre valoran “lo de adentro”. Malditas mentirosas, a los feos nos tienen alejados y nos detectan con su radar de hombres feos. Una vez hasta casi me dan dinero para salir de las ondas del puto radar aquel. Y siempre por todo la eternidad las mujeres nunca entenderán que los hombres no podemos pensar en nada. Imaginen ésta situación que todos los que hemos tenido una novia alguna vez experimentamos. Estas con ella sentados viendo la tele o en la playa disfrutando del sunset y ella te mira fijamente y te hace la pregunta filosófica más importante de la historia: amor, en qué piensas. A lo largo de mi vida he podido entender que la mejor respuesta es inventar algo al instante, ay de ti si se te ocurre decir: NADA. Serás un hombre que pasó a la historia como el hombre que no piensa en NADA cuando está con su novia. Pero sí! Malditas mujeres, a veces los hombres pensamos en NADA!  La vida y las mujeres son duras.


Finalmente, no podemos negar la importancia que ellas tienen en nuestras vidas. Ellos nos quieren porque somos unos niños en cuerpo de stripper, nosotros jugamos con los mocos, ellas sacan cuentas, nosotros vemos dibujos animados, ellas hablan de sexo con sus amigas, nosotros jugamos a orinar más lejos con los amigos, ellas juegan a ver quién ha tenido más orgasmos entre sus amigas, nosotros las queremos, ellas nos quieren. Entenderlas es complicado, comprenderlas es probable, soportarlas es normal. Que vivan por mucho tiempo más, se las quiere, aunque se hagan las difíciles.
  

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